¿no tienes cuenta?
La vida en Brasil se vislumbra en tecnicolor. Verde, azul y amarillo se entremezclan en sus interminables junglas tropicales y en sus cosmopolitas ciudades, una amalgama de brillantes tonalidades que intensifican con cada amanecer la vitalidad de este gigantesco país. Sin duda, Brasil es arrebatadora naturaleza, incluso sus soleadas urbes la respetan como si de una diosa madre se tratara otorgándole un lugar privilegiado en su topografía. Es ella la que ha marcado su historia y es ella la que aún hoy acompasa sus pasos hacia un futuro del todo sostenible y tropical. Precisamente un árbol conocido como Pau-Brasil, del que se extraía un raro colorante rojo, un color más, es el germen de su exótico nombre.
También podría catalogarse de tinte la arrolladora alegría con la que contagian sus gentes a todo aquel que se deja caer por esas latitudes. Una sonrisa siempre acompaña a sus habitantes, que pese a hablar un idioma común, el melódico portugués, por sus venas corre la sabia de un millar de procedencias, una mezcolanza que ostentan con orgullo. De raíces europeas e indígenas, su esplendoroso pasado clava sus cimientos en el tesoro cultural de su romántico periodo imperial y en las costumbres de los pueblos que presenciaron el desembarco en sus costas de las primeras flotas portuguesas.
Río de Janeiro eclipsa con su colorida historia al resto de urbes del país. Sus playas, con Ipanema y Copacabana a la cabeza, son el paraíso terrenal para sus habitantes, los presumidos cariocas. Cada año, con la llegada del carnaval, toda la ciudad se echa a la calle, siendo el centro neurálgico de todo el cotarro el célebre sambódromo. El skyline de Río lo dibujan sus bloques de apartamentos alineados, el Pan de Azúcar y el Corcovado con su siempre vigilante Cristo Redentor, los montes que abrazan a la ciudad en un panorama simplemente espectacular.